o qué pasaría con usted si desaparece la persona con la que ha compartido la vida

José Emilio Pacheco declaró hace muchos años, cuando eran los tiempos de Vicente Fox en la presidencia, que el narco solo mataba a quien los traicionaba, palabras más, palabras menos. En los noventas, el EZLN ya anunciaba la colombianización de México, por tener al crimen organizado en las filas del gobierno. Ahora, que tenemos la oportunidad de que todo salga a la luz y se dé seguimiento al sin fin de casos de personas desaparecidas que tuvieron la mala fortuna de estar en un mal lugar y en un mal momento, es decir, que no pertenecen al narco, Alejandro Gerber Bicecci nos entrega una película sensible, cuidadosa de no revictimizar y vigente ante este fenómeno de violencia provocado por el rompimiento del tejido social.
La historia es simple: el esposo desaparece. Dalia, la protagonista interpretada por Adriana Paz, tiene que lidiar con la burocracia y el señalamiento barato de que se fue con una amante. Simplemente no se sabe nada de él. Ella sabe que no le haría eso a sus hijos a pesar del desgaste que provocan los años en cualquier relación amorosa. Vemos a la esposa lidiar con la suegra y con su propio amante, encontrar nuevos temores en la crianza de sus hijos y tener que ir a trabajar con la angustia de no tener señal y que no pueda atender una posible llamada de auxilio (Dalia es conductora del Metro).
Todas las dudas surgen: ¿habrá sido mi amante? ¿habrá sido porque me metí en política contra el líder del sindicato charro de mi trabajo? ¿y si sí tiene un amante? ¿Por qué me siento culpable de seguir con mi vida sin saber si él está bien? Una cinta con gran dirección, guion, fotografía y actuación. Arillo de hombre muerto parece el título de una pintura y posiblemente no sea el mejor título, pero ¿cómo deberá llamarse la historia de aquel desaparecido del que solo podemos ver un anillo, un tatuaje o unos tenis en la morgue?
