
T. S. Eliot entendía la poesía no solo como una forma de expresión estética, sino como una arquitectura del pensamiento y la tradición. En ensayos como Tradition and the Individual Talent y The Sacred Wood, Eliot defiende la idea de que el poeta no inventa desde la nada, sino que se inscribe en una continuidad cultural donde los mitos antiguos pueden ser reconfigurados. Para él, la poesía es un medio que mantiene vivos los mitos y, al mismo tiempo, los transforma para responder a las angustias del presente.
En Tradition and the Individual Talent, Eliot propone que la tradición literaria no es una carga sino una red de significados con la cual el poeta dialoga. Así, los mitos —desde los griegos hasta los cristianos— son material simbólico que se resignifica con cada nueva obra. La poesía crea mito cuando produce un orden simbólico capaz de nombrar lo inefable, de sostener lo sagrado incluso en una época descreída.
Uno de los ejemplos más potentes está en su poema The Waste Land (1922), donde Eliot entreteje mitos antiguos —como el del Rey Pescador y el Santo Grial— con imágenes de la modernidad fragmentada. En la sección “The Fire Sermon”, aparece:
“I Tiresias, though blind, throbbing between two lives,
Old man with wrinkled dugs
Perceived the scene, and foretold the rest—”
Aquí, Tiresias, el adivino ciego de la mitología griega, es presentado como una figura andrógina que contiene pasado y presente. Eliot no solo lo convoca como símbolo, sino que lo reubica en un paisaje moderno de decadencia sexual y vacío espiritual. El mito, así, se transforma en lectura de la contemporaneidad.
Un segundo ejemplo aparece en Ash Wednesday (1930), donde Eliot, ya en su etapa cristiana, mezcla imágenes bíblicas con una voz poética que busca redención:
“Because I do not hope to turn again
Because I do not hope
Because I do not hope to turn…”
La repetición refleja un acto litúrgico y casi desesperado. La poesía no solo se vuelve plegaria, sino que reconfigura el mito cristiano de la conversión. Eliot crea un nuevo mito: el del alma moderna, escindida entre el anhelo de fe y la imposibilidad de creer plenamente.
Finalmente, en su poema dramático Murder in the Cathedral (1935), Eliot recupera el martirio de Thomas Becket, no solo como episodio histórico, sino como acto mítico. Allí, la figura del mártir es presentada como alguien que acepta la muerte no por vanidad ni gloria, sino por obediencia a lo divino:
“The last temptation is the greatest treason:
To do the right deed for the wrong reason.”
Con esta frase, Eliot consagra el acto interior como núcleo del mito: el alma frente a su conciencia. El poema teatral no sólo representa una historia, sino que construye un espacio donde lo mítico y lo ético se confunden.
Para Eliot, entonces, la poesía no narra mitos pasados: los encarna, los cuestiona y los renueva. Es un modo de sostener un lenguaje del alma en tiempos que han perdido sus dioses.
¿Y tú? ¿Qué mito necesita ser dicho hoy?
Escribe un poema breve que reinvente un mito antiguo o cree uno nuevo. Puede tener una forma libre, un tono moderno, una escena íntima o una revelación.
Déjalo en los comentarios: queremos leer cómo, a través de tu voz, la poesía sigue construyendo sentido.