
La guerra ha sido un tema recurrente en la literatura: como testimonio, advertencia o metáfora. No sólo se narran las batallas, sino también sus secuelas: la violencia que perdura, las pérdidas silenciosas, las fracturas que se infiltran en lo íntimo. La literatura mexicana no ha sido ajena a esta exploración. A través de voces diversas, ha abordado tanto los conflictos armados como las guerras internas —políticas, ideológicas, de género— que atraviesan a la sociedad.
Julio Torri, con su mirada irónica y contenida, retrató en textos breves el sinsentido de la violencia, especialmente en el contexto de la Revolución Mexicana. Su estilo minimalista convierte la tragedia en una reflexión sutil sobre el absurdo de la guerra. Por otro lado, Fernando del Paso, enNoticias del Imperio, recrea la intervención francesa y el imperio de Maximiliano con una prosa exuberante que revela cómo la guerra también se libra en la memoria, el lenguaje y la locura.
Las mujeres han dado forma a una perspectiva literaria esencial sobre los conflictos armados y sus implicaciones. Rosario Castellanos, enBalún CanányOficio de tinieblas, retrata no sólo los levantamientos indígenas en Chiapas, sino las tensiones raciales, de clase y de género que explotan con violencia contenida. Su mirada no romantiza la lucha: la desnuda con crudeza. Elena Garro, por su parte, enLos recuerdos del porvenir, fusiona lo fantástico y lo político para hablar de la Guerra Cristera y de un país donde la historia se repite cíclicamente como castigo y destino.
La guerra, en la literatura mexicana, no es solo una narración de hechos armados, sino una herramienta crítica para entender las fracturas del país. ¿Cuál es la historia sobre una guerra que más te gusta? ¿Nos compartes la razón?