por Danhia Montes

La lectora lee que Pierre Menard se propuso “seguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote, a través de las experiencias de Pierre Menard”. La lectora se ríe: ¿es esto un juego irónico?, ¿a razón de qué tal proyecto?, ¿debe tomarlo en serio?
La lectora continúa su lectura pero ahora la invade el temor a que la anécdota no produzca en ella más que la carcajada o la frase “qué tontería”. Su miedo es infundado, la lectora termina de leer “Pierre Menard, autor del Quijote” y no puede dejar de preguntarse en qué se cimenta la autoría. La lectora es espabilada, relee la ficción y pasa de la pregunta a la respuesta: la autoría es un espejismo.
La lectora se obsesiona, hasta antes de leer este cuento ella creía en el concepto de originalidad; deja, entonces, que la curiosidad la guíe y ahonda en teoría literaria y estudios sobre el discurso. Luego de algunas investigaciones, la lectora afirma que Borges fue un visionario; de inicio, se adelantó a la muerte del autor que decretaría Roland Barthes en 1967. A la lectora le parece, también, que en su famosa conferencia “¿Qué es un autor?”, Michel Foucault sólo se dedicó a hacer una gran paráfrasis de “Pierre Menard, autor del Quijote”, sobre todo, cuando el filósofo afirmó que “el autor no es exactamente ni el propietario ni el responsable de sus textos; no es ni el productor ni el inventor”. La lectora se repite frente a su escritorio que la literatura solo se trata de una combinación de palabras casi siempre azarosa. Dentro de ese mismo azar, además, existen posibilidades que suponen resultados idénticos.
La lectora relee por quién sabe qué número de vez el cuento de Borges, en esta ocasión se detiene, sin proponérselo, en la frase “el fragmentario Quijote de Menard es más sutil que el de Cervantes. Este, de modo burdo, opone a las ficciones caballerescas la pobre realidad provinciana de su país; Menard elige como ‘realidad’ la tierra de Carmen durante el siglo de Lepanto y Lope”. La lectora se incomoda, toda su vida ha creído que los textos son buenos o malos debido a la esencia que contienen. No sabe qué esencia es esa pero eso no le ha impedido creer.
La lectora ahora lo sabe: en cuestiones relacionadas con el valor literario y la recepción, mucho tiene que ver el momento sociohistórico en el que un texto es creado pero, sobre todo, la intención de quien lo escribió, la poética que se dedicó a construir alrededor de su proyecto de escritura, pues. Como la lectora quiere ahondar en lo anterior da con la página 233 del libro Hablar al aire de Durham Peters; en esta, Peters utiliza como ejemplo a Menard para concluir que “las obras de arte no sólo son textos, es decir, campos reproducibles de significantes; su origen, vida futura y forma material tienen una importancia profunda. Objetos idénticos invitan a posturas hermenéuticas radicalmente diferentes”. La lectora ahora comprende mejor a lo que se refería Borges.
La lectora se emociona, reconoce a Pierre Menard en las nuevas formas de creación que proponen Cristina Rivera Garza, Vivian Abenshushan y Sara Uribe: la desapropiación, el anarquismo plagiario y la poética derivativa. La lectora recuerda, también, lo que ocurrió en junio 2023 con la editorial Tinta & Sal: luego de imprimir la antología con los textos ganadores de su primer concurso de cuento, las editoras se enteraron de que el primer lugar era un plagio a Hernán Casciari, por eso, se contactaron con él para pedirle, por favor, que no las demandara, ni siquiera iban a lanzar el libro. Casciari les dio una opción distinta, la cual se llevó a cabo finalmente: incluir una fe de erratas con la leyenda “el cuento que aparece en la página 11 de este libro, firmado por Arturo Méndez Osorio, se parece bastante a un relato mío llamado ‘Diario de amor durante una catástrofe’. Ambas historias tienen la misma cantidad de palabras y todas están ubicadas en el mismo orden. Las organizadoras de este certamen sospechan que Osorio ha cometido plagio, pero a mí me ilusiona pensar que ha sido solo una casualidad”. La lectora se repite como en un susurro: ahí está el legado de Pierre Menard.
La lectora relee la ficción de Borges una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, no siempre en el mismo periodo de tiempo ni bajo las mismas condiciones. De esas veces, varias, aunque no todas, la lectora recuerda que lo que se dice en un libro está ya en otro libro, que lo que se escribe es solo el eco de lo que se ha escrito antes.
La lectora piensa que a aquellos que no creen en lo anterior les conviene empezar a quemar diccionarios.