
Una invitación a imaginar otros cuidados
El problema de la ausencia por horas de las empresas de seguridad privada en varios museos de la Ciudad de México abre una pregunta urgente: ¿quién cuida nuestros espacios culturales?
Lejos de ver este vacío como una amenaza, proponemos una pausa para pensar. ¿Es posible imaginar museos sin seguridad armada? ¿Qué alternativas existen para proteger tanto las obras como a quienes las visitan y trabajan en estos espacios?
La vigilancia privada ha sido una solución rápida, pero también una forma de externalizar el cuidado a lógicas empresariales y autoritarias. Michel Foucault, en Vigilar y castigar, mostró cómo la vigilancia no solo busca prevenir delitos, sino también normalizar comportamientos a través del control constante. La seguridad deja de ser solo un escudo y se convierte en una forma de moldear lo que es aceptable. ¿Queremos eso en nuestros museos?
La activista Angela Davis nos recuerda que existen otras formas de construir seguridad sin recurrir al castigo ni a la exclusión. En lugar de más cámaras, guardias y barreras, pensemos en un modelo de justicia centrado en la comunidad, en el diálogo y en la prevención.
El sociólogo Alex S. Vitale advierte que muchas funciones que hoy realiza la policía —y por extensión, la seguridad privada— podrían ser mejor desempeñadas por personal capacitado en salud mental, resolución de conflictos o mediación social. ¿Por qué no aplicar esa lógica también a nuestros espacios culturales?
La geógrafa Ruth Wilson Gilmore, por su parte, plantea que la verdadera seguridad no se construye con más vigilancia, sino con acceso digno a vivienda, salud, educación y cultura. Desde esa perspectiva, los museos no deberían ser fortalezas a resguardar, sino espacios vivos donde se construya comunidad.
Algunas propuestas iniciales:
- Formar brigadas de mediación cultural y cuidado, compuestas por trabajadores y trabajadoras del museo con formación en hospitalidad, primeros auxilios y resolución de conflictos.
- Fomentar la participación comunitaria, integrando a colectivos barriales, estudiantes y artistas en esquemas de voluntariado o cuidado compartido.
- Incorporar enfoques de justicia restaurativa, para que los museos no solo exhiban obras, sino también relaciones sociales saludables.
- Redistribuir los recursos, invirtiendo en personal con salarios dignos y formación continua, en lugar de pagar servicios tercerizados que precarizan el trabajo y no garantizan vínculos con la comunidad.
Este momento es una oportunidad para reimaginar cómo se protege lo que vale. No todo lo que cuida lleva uniforme. No todo lo que cuida necesita controlar.