Por Gustavo Bravo

El 8 de septiembre de 2025, durante las actividades de la 38ª edición de la Feria Universitaria del Libro FUL, tuvo lugar la conversación sobre la antología de cuentos Umbral, ganadora del Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2025, de Roberto Abad, escritor y músico originario de Cuernavaca, Morelos.
El también autor de Orquesta primitiva comenzó contando que desde muy niño estuvo rodeado de historias extrañas, como las que le contaba su bisabuela, quien, a pesar de que no sabía leer ni escribir, tenía el don de la oralidad. Una de esas historias hablaba de su padre, un revolucionario que recibió tres tiros en diferentes partes del cuerpo y no murió sino hasta después de la Revolución, cuando un rayo lo alcanzó mientras trabajaba en los sembradíos.
Esa historia le abrió a Roberto un mundo de posibilidades y le hizo comprender que siempre, a nuestro alrededor, ocurren cosas que saltan de la realidad. A veces las tomamos como normales, pero lo que hacen es mostrarnos que esta cosa que conocemos como normalidad es escurridiza y tiene grietas que a veces las atraviesan entidades de otras realidades.
Hay otras realidades todo el tiempo interviniendo en nuestra cotidianidad. A veces llegan a nosotros a través del lenguaje, de los sueños, de una persona o de un hecho específico. Eso quiere decir que la literatura fantástica en realidad habita entre nosotros. Simplemente hay que abrir los ojos, ser sensibles a estas expresiones de imaginación que atraviesan el otro lado. Para mí, eso es el umbral.
Al respecto, Roberto comentó que escribió este libro pensando en vivencias que tuvo de niño con la ouija, ya que, para él, conforme fue creciendo, la ouija dejó de ser un simple juego:
Es un artilugio que, sin quererlo, genera lenguaje, y ese lenguaje da fe, da razón de la existencia de otros mundos. Si uno juega a la ouija, recibe a cambio dos respuestas inmediatas: que es el sí y el no. Y sin que haya otra prueba de que exista un espíritu, quien la juega, cree que esa entidad está allí, en el tablero solamente porque recibió a cambio una palabra. Eso quiere decir que los fantasmas existen o pueden existir, gracias a la existencia del lenguaje. Es decir, para nosotros es suficiente que haya una palabra entre el tablero y la persona para creer.

Para el autor del Hombre crucigrama, la ouija, más que una connotación espiritual, tiene un valor lingüístico porque genera lenguaje. Por ello escribió Umbral para comprobar esa hipótesis. Así surgió una serie de cuentos que emulaban una sesión con una ouija, vinculados tanto con el tablero como con sus obsesiones. Una de ellas es el doble, la otredad: personajes que se encuentran a sí mismos en otras condiciones, y entonces ocurre un momento en el que la realidad de esa persona se rompe.
Otra obsesión son las historias de casas encantadas, que son una suerte de entidades que adquieren virtudes de quienes las habitan. Incluso —señaló— el espacio puede ser mucho más complejo si fue construido por quién lo habita, porque considera que ahora vivimos en una realidad donde las casas se duplican de manera idéntica. Entonces pierden la posibilidad de tener una identidad similar a la de quien las ocupa.
También los sueños le inquietan. Comentó que siempre está muy al pendiente de lo que sueña, de lo que le dicen a través de los sueños, las voces, las entidades, las figuras que aparecen allí.
Indicó que le tomó algunos años publicar el libro, pues era difícil que los editores le apostaran a esta estructura extraña y atípica. Envío la propuesta pidiéndoles que la camisa del libro fuera el tablero de ouija. Explicó que, cuando uno entra al libro, se encuentra con que los cuentos están precedidos por una pregunta, un esquema que tiene que ver con las dos respuestas inmediatas, y el cuento se supone que es la respuesta.
A mí me gusta que los libros se salgan de su formato habitual. Me gusta que sean una provocación para el lector, que no comprendan del todo qué es lo que están viendo, o si lo que están viendo realmente es eso.
Al igual que en cada presentación de Umbral, al final Abad invitó al público a realizar una bibliomancia, la cual consiste en hacerle preguntas al libro, elegir una página, una línea, leer ese fragmento y analizar la respuesta:No se trata de que el libro nos conteste sí o no, sino que nosotros tengamos un ejercicio de interpretación y podamos reconocer qué es aquello que nos está diciendo.Porque lo más interesante que me ha pasado con este libro, no tiene que ver necesariamente con él, sino con los lectores.