Sobre Ää: Manifiestos sobre la diversidad lingüística, de Yásnaya Aguilar
por Diego Montoya

No sorprende que en los últimos años el nombre de Yásnaya Aguilar (Oaxaca, 1981) cobre una relevancia creciente en el debate público. La obra de esta lingüista y traductora, su trabajo comunitario en su natal Ayutla, lo mismo que su decidida reivindicación de los derechos lingüísticos, la hacen una de las interlocutoras obligadas para pensar los pendientes de la democracia y los derechos humanos en el país. Uno de los libros para acercarnos a su pensamiento es Ää: Manifiestos por la diversidad lingüística (Almadía, 2020), un libro que reúne artículos publicados en Este País entre 2011 y 2015 y en los cuales, frente a cualquier nacionalismo victorioso, Yásnaya expone cómo el racismo y la discriminación siguen mermando la diversidad cultural y lingüística, además de proponernos vías de superación de esos arraigados lastres coloniales.
Los dos niveles del racismo lingüístico
La constante de estos ensayos es mostrar las formas en que opera el racismo lingüístico en el México contemporáneo, las formas a veces imperceptibles de supervivencia de la experiencia colonial. Para Yásnaya, el predominio del castellano no es casual, sino que es parte del proyecto político que lleva más de tres siglos intentando imponer una sola lengua sobre la pluralidad de visiones que entrañan las lenguas nacionales. Los artículos de Yásnaya se posicionan entonces como crítica frente al monolingüismo castellano, son manifiestos porque son reivindicaciones urgentes por rescatar la pluralidad de las 68 lenguas vivas, son medios para insistir en la defensa de los derechos de sus más de siete millones de hablantes frente a un proyecto nacional que lleva siglos de violenta exclusión.
A lo largo del libro, la imposición del monolingüismo del estado-nación es visto por Yásnaya desde dos planos interrelacionados. El primero son las prácticas institucionales, el segundo son las prácticas cotidianas que hacen eco de las políticas estatales. Yásnaya es clara al identificar las variadas formas en que se reduce la diversidad lingüística en el primer ámbito. Indica que los Estados nacionales son entidades ficticias encargadas de borrar la diversidad de culturas y lenguas. El Estado mexicano no es la excepción pues su constitución a lo largo del siglo XIX implicó la fragmentación paulatina de unidades culturales prexistentes y con ello, un sistemático lingüicidio, un proyecto de homologación cultural que apenas comienza a ser reconocido.
Respecto a las prácticas cotidianas, aquellas donde se refleja la exclusión y el racismo del Estado, la autora indica que hay muchos retos por superar. Uno de ellos es que el aprendizaje de lenguas indígenas está lleno de valoraciones extralingüísticas como es la discriminación de sus hablantes. En este sentido, es revelador cuando Yásnaya presenta algunos prejuicios en el circuito cultural mexicano pues para algunos escritores, el español es concebido como el “nexo con el universo entero”. De esta manera (e inocentemente) se ha situado a las lenguas indígenas exclusivamente con un carácter mítico, como si estas no tuvieran pertinencia actual. Sin embargo, para Yásnaya esta idea tiene que ser desmontada pues “se podría describir la nanociencia en Purépecha”, con lo que indica las posibilidades educativas (actuales y futuras) de lo que para otros parecía reducido al pasado.
Un aspecto importante de su obra es que el análisis de Yásnaya no solo es descriptivo (cuestión ya bastante loable), sino que propone formas de incidencia para salvar la diversidad. Si bien éstas pueden generarse desde el aparato estatal con la creación de escuelas y servicios jurídicos multilingües, la autora no descuida las prácticas comunitarias como una vía más eficaz. La promoción de la diversidad iría para Yásnaya desde: “promover el disfrute, dar una clase de ajedrez, un taller de fotografía o una clase de karate totalmente en mixe” (Aguilar, 2020: 125). Así, para la autora, la literatura y el arte tienen un papel preponderante en el impulso a la diversidad lingüística pues: “el uso del mixe no se promueve con palabras, tal vez ni siquiera con argumentos, sino a través de experiencia de disfrute concretas” (Aguilar, 2020: 123).
En suma, estos artículos de Yásnaya nos llevan a considerar la diversidad lingüística nacional como una reivindicación política, como una vía para procurar los derechos humanos y una democratización más abarcadora. La apuesta por la diversidad lingüística en la que se sitúa Yásnaya pasa por políticas públicas concretas como servicios públicos multilingües, pero también por la promoción del trabajo comunitario, la creación de espacios que permitan el goce y donde el arte y la creatividad tengan una participación preponderante. En estos artículos la apuesta por la diversidad cultural y lingüística se muestra, a pesar de siglos de opresión y monolingüismo, como una utopía aún realizable.
REFERENCIAS
Aguilar, Yásnaya (2020) Manifiestos por la diversidad lingüística, México, Almadía.